martes, 25 de mayo de 2010
# Sed de venganza -
Era un día de lluvia; de esos días especiales para encerrarte en tu casa y ver películas, pero no en la vida de Marisa. Su padre estaba muy enfermo, internado en uno de los mejoroes hospitales de la zona, y Marisa estaba muy preocupada por su salud. Corría riesgos de vida desde aquel día que ahora parece tan lejano...
Marisa y su padre iban en el auto, estaban viajando a otra ciudad para visitar a unos amigos. Habían llegado increiblemente bien, pero a la vuelta, nada fue de esa manera. Había una lluvia torrencial, y toda la ruta por donde transitaban, estaba inundada. Las luces titilaban, y la noche había caido. Por desgracia, un auto que venía por la otra mano a toda velocidad, conducido por unos adolescentes en un gran estado de ebriedad, se cruzó a su carril, frente a ellos. Inmediatamente ambos autos chocaron, sin darle tiempo al padre de Marisa de moverse o siquiera respirar. La pobre niña gritaba desesperada al ver a su padre sangriento, sin conciencia. Ella sentía dolor en todas las partes del cuerpo, pero estaba bien, y no sabía que hacer. Vió como el auto de enfrente, se alejaba de ellos a la misma velocidad con la que había llegado. Juró vengarse. Sin saber como ni de donde había salido, apareció una ambulancia que se llevó a su padre al hospital, y a ella a su casa con su madre. Estaba muy asustada.
Dos años después, Marisa ya era algo más grande y su mente era distinta, pero nunca se sacó de la cabeza la idea de vengarse de esos malditos que habían dejado a su padre en coma desde ese momento. No sabía como, pero si los iba a encontrar.
Iba a visitar a su padre todos los días al hospital, llevandole flores y perfumes, y dandole palabras de aliento. En el fondo de su corazón, sabía que el podría... no curarse, pero sentía que todo iba a salir bien. Su madre le decía que el mejoraría, que era un hombre fuerte, pero Marisa sabía que había una posibilidad de que no fuera así.
Unas semanas después, había tenido un sueño muy extraño. Soñó que encontraba a los muchachos que habían dejado a su padre de esa forma, y que los mataba. Pero no, ella quería venganza, pero no podría matarlos, ella no era así. Se levantó, se lavó la cara y se fue a su habitación a mirar televisión. En verdad, veía sin mirar hasta que una imágen llamó su atención. Estaban dando por el noticiero cómo unos adolescentes embriagados habían matado a tres personas en un accidente de tránsito. Y eran muy parecidos a los que habían dejado a su padre asi... pero el teléfono la sacó de su trance.
- Hola, ¿hablo con la familia de Mauricio?
- Sí, habla su hija. -dijo la niña nerviosa-
- Queríamos comunicarle que tenemos una posibilidad de que tu padre se recupere. Es una operación, costosa, pero que no puede salir mal, y tu padre podrá vivir como antes. -Marisa sonrió-
- ¿De cuanto estaríamos hablando?
- Son diez mil dolares -dijo el hombre algo frustrado-
- Oh, está bien. Hablaré con mi madre. Te lo agradezco mucho.
- No es nada. Adiós.
Y volvió a prestar atención al televisor. Vió un gran cartel de recompensa, daban un millón de dólares por encontrar a esos tres muchachos. No es que fueran malechores, pero ya tenían varias denuncias de choques por estar alcoholizados, y querían detener eso. Era el momento justo, la oportunicad perfecta. Daban tan solo el dato que vivían en la misma ciudad que ella, pero sumado a su sed de venganza y su necesidad del dinero para la mejoría de su padre, haría lo que fuera para encontrarlos.
Prefirió no hablar del tema con su madre, por que sabía que ella no se lo permitiría, por lo tanto en cuanto ella estuvo dormida, empezó su búsqueda. Decidió hacerlo de noche, algo tapada y escondida, porque por lo general su estado de ebriedad era a esa hora. Agarró su bicicleta, y empezó a recorrer muchos bares de la ciudad. Pero todo fue en vano. Sin embargo, la niña no había perdido sus expectativas, por lo que hizo lo mismo por dos semanas enteras.
A la tercer semana, encontró una pista, vio otro choque. Emocionada, se acercó lo más que pudo al lugar donde había ocurrido el hecho, pero eran otras personas, eran otros alcoholicos. No podía entender como la gente se alcoholizaba tanto, ¿de qué servía? ¿para pasarla bien? si podrían pasarla bien sin necesidad de beber. Su mayor enojo era por esa causa.
Cuando finalizó el mes, la niña estaba muy frustrada. Pensó que ya no podría encontrarlos, hasta que ellos, volvieron a actuar. Fue aquella noche tan especial, aquella noche con tanta felicidad. Marisa habia decidido que era uno de los últimos días de su búsqueda, por que a pesar de su emoción por conseguir el dinero y vengarse, se quedaba dormida en clases, y su madre estaba sospechando. Fue entonces que salió por los últimos callejones que le quedaban, y vio el último choque que produjeron esas personas. Eran dos muchachos y una muchacha. Otra vez alcoholizados, habían chocado a una familia entera, pero por suerte, nadie había salido herido. Ellos estaban algo mal, a dos les sangraba parte del cuerpo y uno estaba descompensado. Fue su momento, en el que llamó a la policía, y los sitó en la calle de enfrente. Les contó lo ocurrido, y que los había atrapado. La policía se los llevó a la cárcel, y acompañaron a la niña a su casa.
Su madre estaba muy asustada en cuanto a la niña con la policía, pero luego ella le explicó a su madre lo que había estado haciendo todas las noches, y le contó a la policía lo que le había ocurrido a su padre. Muy gentilmente, y por el pago de haber encontrado a esas personas, le dieron a la mujer la plata que necesitaba para la operación, y algo más.
Un mes después, llego el día de navidad. Después de dos años, la familia entera pudo celebrar la navidad, con su padre sano después de la operación, todos eran felices nuevamente.
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martes, 25 de mayo de 2010
# Sed de venganza -
Era un día de lluvia; de esos días especiales para encerrarte en tu casa y ver películas, pero no en la vida de Marisa. Su padre estaba muy enfermo, internado en uno de los mejoroes hospitales de la zona, y Marisa estaba muy preocupada por su salud. Corría riesgos de vida desde aquel día que ahora parece tan lejano...
Marisa y su padre iban en el auto, estaban viajando a otra ciudad para visitar a unos amigos. Habían llegado increiblemente bien, pero a la vuelta, nada fue de esa manera. Había una lluvia torrencial, y toda la ruta por donde transitaban, estaba inundada. Las luces titilaban, y la noche había caido. Por desgracia, un auto que venía por la otra mano a toda velocidad, conducido por unos adolescentes en un gran estado de ebriedad, se cruzó a su carril, frente a ellos. Inmediatamente ambos autos chocaron, sin darle tiempo al padre de Marisa de moverse o siquiera respirar. La pobre niña gritaba desesperada al ver a su padre sangriento, sin conciencia. Ella sentía dolor en todas las partes del cuerpo, pero estaba bien, y no sabía que hacer. Vió como el auto de enfrente, se alejaba de ellos a la misma velocidad con la que había llegado. Juró vengarse. Sin saber como ni de donde había salido, apareció una ambulancia que se llevó a su padre al hospital, y a ella a su casa con su madre. Estaba muy asustada.
Dos años después, Marisa ya era algo más grande y su mente era distinta, pero nunca se sacó de la cabeza la idea de vengarse de esos malditos que habían dejado a su padre en coma desde ese momento. No sabía como, pero si los iba a encontrar.
Iba a visitar a su padre todos los días al hospital, llevandole flores y perfumes, y dandole palabras de aliento. En el fondo de su corazón, sabía que el podría... no curarse, pero sentía que todo iba a salir bien. Su madre le decía que el mejoraría, que era un hombre fuerte, pero Marisa sabía que había una posibilidad de que no fuera así.
Unas semanas después, había tenido un sueño muy extraño. Soñó que encontraba a los muchachos que habían dejado a su padre de esa forma, y que los mataba. Pero no, ella quería venganza, pero no podría matarlos, ella no era así. Se levantó, se lavó la cara y se fue a su habitación a mirar televisión. En verdad, veía sin mirar hasta que una imágen llamó su atención. Estaban dando por el noticiero cómo unos adolescentes embriagados habían matado a tres personas en un accidente de tránsito. Y eran muy parecidos a los que habían dejado a su padre asi... pero el teléfono la sacó de su trance.
- Hola, ¿hablo con la familia de Mauricio?
- Sí, habla su hija. -dijo la niña nerviosa-
- Queríamos comunicarle que tenemos una posibilidad de que tu padre se recupere. Es una operación, costosa, pero que no puede salir mal, y tu padre podrá vivir como antes. -Marisa sonrió-
- ¿De cuanto estaríamos hablando?
- Son diez mil dolares -dijo el hombre algo frustrado-
- Oh, está bien. Hablaré con mi madre. Te lo agradezco mucho.
- No es nada. Adiós.
Y volvió a prestar atención al televisor. Vió un gran cartel de recompensa, daban un millón de dólares por encontrar a esos tres muchachos. No es que fueran malechores, pero ya tenían varias denuncias de choques por estar alcoholizados, y querían detener eso. Era el momento justo, la oportunicad perfecta. Daban tan solo el dato que vivían en la misma ciudad que ella, pero sumado a su sed de venganza y su necesidad del dinero para la mejoría de su padre, haría lo que fuera para encontrarlos.
Prefirió no hablar del tema con su madre, por que sabía que ella no se lo permitiría, por lo tanto en cuanto ella estuvo dormida, empezó su búsqueda. Decidió hacerlo de noche, algo tapada y escondida, porque por lo general su estado de ebriedad era a esa hora. Agarró su bicicleta, y empezó a recorrer muchos bares de la ciudad. Pero todo fue en vano. Sin embargo, la niña no había perdido sus expectativas, por lo que hizo lo mismo por dos semanas enteras.
A la tercer semana, encontró una pista, vio otro choque. Emocionada, se acercó lo más que pudo al lugar donde había ocurrido el hecho, pero eran otras personas, eran otros alcoholicos. No podía entender como la gente se alcoholizaba tanto, ¿de qué servía? ¿para pasarla bien? si podrían pasarla bien sin necesidad de beber. Su mayor enojo era por esa causa.
Cuando finalizó el mes, la niña estaba muy frustrada. Pensó que ya no podría encontrarlos, hasta que ellos, volvieron a actuar. Fue aquella noche tan especial, aquella noche con tanta felicidad. Marisa habia decidido que era uno de los últimos días de su búsqueda, por que a pesar de su emoción por conseguir el dinero y vengarse, se quedaba dormida en clases, y su madre estaba sospechando. Fue entonces que salió por los últimos callejones que le quedaban, y vio el último choque que produjeron esas personas. Eran dos muchachos y una muchacha. Otra vez alcoholizados, habían chocado a una familia entera, pero por suerte, nadie había salido herido. Ellos estaban algo mal, a dos les sangraba parte del cuerpo y uno estaba descompensado. Fue su momento, en el que llamó a la policía, y los sitó en la calle de enfrente. Les contó lo ocurrido, y que los había atrapado. La policía se los llevó a la cárcel, y acompañaron a la niña a su casa.
Su madre estaba muy asustada en cuanto a la niña con la policía, pero luego ella le explicó a su madre lo que había estado haciendo todas las noches, y le contó a la policía lo que le había ocurrido a su padre. Muy gentilmente, y por el pago de haber encontrado a esas personas, le dieron a la mujer la plata que necesitaba para la operación, y algo más.
Un mes después, llego el día de navidad. Después de dos años, la familia entera pudo celebrar la navidad, con su padre sano después de la operación, todos eran felices nuevamente.
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