Algo que escriba, algo que borre.

Ya no necesitaba eso que escribiera, que marcara un antes y un después en mis sentimientos, una huella irremplazable que causaba tanto daño. Mucho tiempo había buscado esto; una impresión, una escritura. Sentía la necesidad, tenía la intriga de saber cómo era perder algo, cómo se daba vuelta una página. Pero una vez que la marca esta echa, nunca se borra. 
Buscamos con intensidad la manera de hacerlo, sin darnos cuenta de que es imposible. Nada se borra así como si nada de nuestra memoria, de nuestra mente, menos cosas tan grandes que son capaces de producir semejantes pérdidas. Porque, ¿quién quiere perder algo? ¿a quién le gusta sufrir? Conscientemente, a nadie. Pero creo que sin darme cuenta, era lo que estuve buscando todo este tiempo; y lo logré.
Y cuando esto ya estaba instalado, marcado, ¿cuál sería la forma de seguir? Todo parecía tan fácil antes; cómo cuesta aprender a los golpes. Tantas ganas de borrar todo, de dar vuelta la página como si nada hubiera pasado, ¿por qué todo tiene que ser tan difícil?